jueves, 23 de octubre de 2008

Colaboracion de Marcela Rojas

Cuestión nominativa: una cuestión masculina o femenina


Los automatismos de la vida que la hacen llamar cotidiana, me llevan a preguntarme sobre la capacidad de los seres humanos, hombres y mujeres a realizar cambios un poco radicales – desde el punto de vista de “la normalidad” – pero que pueden ser el camino para comenzar a equilibrar el rol de las mujeres y de los hombres en una sociedad que cambia día a día.

En una noche de celebración, llegué a una discusión interesante y calurosa con mi pareja. Hablamos de la formación de una familia y los cambios que la sociedad actual nos intuye a hacer; entre ellos: “Los apellidos”.

Juan Cárdenas y Andrea Díaz han decido tener un hijo. Aquí surge el primer gran acuerdo: El deseo es compartido, tal vez más de Andrea que de Juan pero sin medir la fuerza del deseo la idea es la misma y el acuerdo llegó a ser común. El gran día del nacimiento de este nuevo tercero se acerca, todos opinan sobre el nombre del pequeño o de la pequeña Juanita, Jacobo, Ana, Sofía… todas las opiniones son escuchadas, no todas son contempladas, finalmente Andrea y Juan han logrado un gran segundo acuerdo: el nombre de la pequeña (aquí no se toma en cuentas las opiniones la pequeña o el pequeño resulto nacer con el género que la vida misma decidió para ella) Laura o Laurita… para los que prefieren los nombres en diminutivo.

Todo ocurre dentro de la normalidad de una democracia familiar que me parece bastante interesante... Hasta que llega la hora de un tercer acuerdo: “Los apellidos”.

Juan piensa que teniendo en cuenta que desde hace siglos el apellido del papa es seguido por el apellido de la mama para formar el juego de dos apellidos que acompañan los nombres de los niños y las niñas en Latinoamérica, entonces por que no seguir actuando automáticamente de esta manera?

Andrea por sur lado, salta de su sitio!!! Y propone un juego un poco trivial para decidir que apellido iría primero… el llamado “cara y sello” y porque no, para facilitar las cosas un solo apellido: el de la cara (Diaz) o el de sello (Cárdenas).

Por que continuar a actuar bajo los cánones del automatismo si desde hace ya un buen tiempo los hombres y las mujeres tenemos el derecho de llegar a acuerdos? Tal vez la pregunta de los apellidos resulte un poco sin sentido o tal vez se pueda pensar que si el apellido de A va primero que el apellido de B en nada va influir en la conciencia de la tercera. Puede ser…. Pero es a partir de estos cuestionamientos que poco a poco llegaremos a cuestionarnos sobre temas donde tanto la opinión masculina tiene el mismo valor que la opinión femenina.

Sin caricaturizar la pregunta, el hecho de poner un apellido por encima del otro va totalmente en contra de la creación biológica de una tercera persona. Que pasaría si se dijera que ya que el bebe crece dentro de la mama, ella tiene el poder de decidir sobre este nuevo miembro? Donde quedaría el rol de papa que ha ganado su 50% gracias a su contribución? Por que para las demás decisiones si se cuenta con el poder del 50% de la opinión del uno como el poder del 50% de la opinión de la otra? Si es solo por mantener lo que hace siglos se hace, donde estaríamos evolucionando al ritmo de una sociedad que nos lo exige?

Pienso que no debemos esperar a que los cambios nos atropellen al pasar por nuestro lado, es nuestro deber de hacer la diferencia:
“Que los automatismos no se apropien de nuestros pensamientos”
“Que seamos capaces de marcar la diferencia, no solo por el simple hecho de ser diferentes sino con el fin de construir una sociedad mas equitativa”
“Que los roles se definan y se definan de nuevo y mil veces de nuevo, no es grave…. Lo importante es que evolucionen”
“Que ceder no es perder, es darse la oportunidad a ver las cosas desde otro punto de vista”
“Que creemos espacios de controversia, que despierten los espíritus femeninos y masculinos, no con el fin de impedir el desarrollo del otro sino para entender que ser hombre o mujer es diferente pero no desigual”

Marcela Rojas
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